22 mayo 2005

¿Tortuoso sendero?

La semana pasada tuvimos una entrevista con el Arq.Oscar Tenreiro, famoso por haber tenido parte en concursos internacionales como la Fábrica de General Motors en alguna parte de EEUU (que actualmente no recuerdo) y la ampliación del Museo del Prado, en Madrid, en el que no obtuvo el primer premio, galardón que ostentó el mismísimo Rafael Moneo, pero sí una mención especial. Ya en el territorio nacional ha sido el creador de obras públicas como el Teatro del Oeste y, más recientemente, el plan maestro del complejo deportivo que fue sede de los Juegos Nacionales Cojedes 2003.

En la entrevista, que fue dirigida por el prof. Joel Sanz, se trataron muchos temas (como es lógico), pero vale la pena resaltar algunos en particular. Cabe destacar que este diálogo con el arquitecto se realizó en el marco de uno de los capítulos de la materia que vemos con el prof. Sanz: El sendero del Estado.

En una de sus preguntas Joel Sanz destacó algo muy patente que está ocurriendo actualmente, y es que la arquitectura pública de los últimos años es de una calidad mucho menor a la que se hacía en los años 60 y 70.

Según Tenreiro la llegada de la democracia a Venezuela introdujo un nuevo concepto, el Populismo. En un principio el gobierno de Rómulo Betancourt había iniciado con buen pie la construcción de obras para el pueblo, pero de un momento a otro se empezó a mostrar mayor interés en edificaciones baratas y de rápida construcción, ya que así se podía disponer del dinero sobrante para otros asuntos (¡Vaya usté a sabé!). Se buscaba la manera de poder vender mayor cantidad de metros cuadrados descuidando elementos que ayudan a mejorar la calidad de vida, como son la inclusión de áreas verdes y patios internos en los conjuntos residenciales, una mayor altura del techo en los interiores de los edificios, etc.

Pero, un momento... ¿No es el arquitecto a quien le toca decidir todo eso? Bueno, podríamos decir que sí, pero sólo hasta cierto punto. El mismo Tenreiro declaró que le gustaba trabajar con el Estado más que con el sector privado, pues gozaba de cierta libertad por ser el primero un ente casi impersonal. Pero también nos hizo ver que el arquitecto puede tener cierta visión de la política y de la sociedad, aunque debe estar apoyada por el Estado; si no, debe cumplir lo que le ordenan o echarse a un lado (De hecho Tenreiro ha tenido ciertos problemas con el gobierno actual porque no comparte su visión).

Entonces, ¿cómo hacer para que el Estado –actual o futuro- entienda la importancia de invertir más dinero con el fin de mejorar la calidad de la arquitectura y, al fin y al cabo, la calidad de vida? Honestamente no se me ocurre nada que no sea una intención a largo plazo... ¿Alguna sugerencia?

Después hablaremos de otras cosas que le escuché a Tenreiro. Por ahora lo dejaré hasta aquí para no ser muy tedioso.

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